Las cuatalatas arrasan con todo a su paso, y con más intensidad cuando se aproximan las primeras lluvias de junio. Hemos aprendido a esperarlas con ayuda de los santos. San Juan no falla, como no fallaba Tláloc. Alrededor del 24 de junio, millares de chicatanas con alas crecidas vuelan con un pequeño trozo de hongo en una cavidad dentro de su boca para aparearse, para luego, dejar sus alas, regresar y fundar más colonias en lo profundo de la tierra. Ahí cultivan un hongo al que alimentan para luego ser alimentadas por él. Porque todas las hojas que acarrean las cuatalatas no son el alimento de estas hormigas, sino de su hongo compañero, que a su vez, les da de comer a todas. En una sola noche pueden dejar sin flores a una jacaranda, o bugambilia. Las chicatanas son las madres de las hormigas cuatalatas o arrieras y también son un manjar en la mixteca y en zonas del estado de Morelos. En la zona maya se les conoce como nucú (culonas), y a las arrieras no “reinas” como nacasmá, shinich, tisis o tzintzin. Dejan rastro de su paso nocturno. Al hongo, Leucocoprinus gonglyophorus lo vemos poco, enterrado en los corazones del hormiguero. Unas hormigas cortan todas las hojas que pueden (pueden muchas) de las plantas y árboles, y así las llevan hasta donde se encuentran otras hormigas más pequeñas, que mastican las hojas para darlas de comer al hongo. El hongo luego les entrega su alimento. Las hormigas son agricultoras. Hace unos 60 millones de años hacen esto. La escala es enorme. Hace 65 millones de años un meteorito chocó violentamente en Yucatán y se inició una más de las extinciones en masa en este planeta. Durante millones de años los hongos vivieron tanto dentro de los hormigueros como de forma salvaje. La domesticación total del hongo por las hormigas tal vez sucedió hace unos 30 millones de años, y desde entonces, ambas especies coevolucionaron para formar esta relación simbiótica y especializada que tienen hoy. El hongo y las hormigas sellaron su destino de cooperación. Ningunx puede ya vivir sin el otrx.
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Quetzalcóatl se propuso traer el maíz a los humanos. Fue a buscarlo en forma de hormiga negra, guiado por una hormiga roja hasta lo alto de las montañas. Hormiga al fin, tomó un grano de maíz entre sus mandíbulas y emprendió el viaje de regreso. Los mexicas plantaron el grano. Creció el maíz. Los mexicas al igual que las hormigas con sus hongos, fueron agricultores. La relación especial se formó con el maíz.
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Algunas termitas también cultivan hongos. Y también son alimento de humanxs. En África existen varias técnicas para provocar que las termitas salgan de sus construcciones. En ocasiones golpean el suelo rítmicamente con piedras, en ocasiones golpean un calabazo que ponen encima del termitario. En Uganda y Kenia, familias enteras participan en su recolección. En el sur de Sudán la práctica es acompañada de un canto: “salgan suficientes como gotas de lluvia”. En Ruanda las mandíbulas de algunas termitas son usadas para suturar heridas. En Zambia, el material de los montículos (abandonados) de las termitas es usado para la construcción de casas humanas. En Togo se fabrican hornos. La tierra de estas construcciones es rica en calcio, magnesio, potasio y sodio, por lo que es utilizado como fertilizante. En Costa de Marfil los hongos que cultivan las termitas son una fuente de alimentación y de recursos. En Nigeria el hongo Termitomyces Robustus es un alimento común.
También lxs humanxs comemos tierra. En África subsahariana se come tierra para tratar la diarrea, como antídoto a toxinas de plantas, y como suplemento de minerales. Entre la población Luo, de Kenia, la mayoría de niñxs pequeñxs y sus madres comen tierra todos los días. Pero no cualquier tierra, sino tierra de insectos. Mujeres del pueblo Kissi, generalmente las embarazadas, comen tierra de las paredes internas de los termitarios. En Kenia, también, sólo se come la tierra limpia que no ha estado en contacto con otros agentes contaminantes. Las termitas, pero también las avispas proveen este complemento alimenticio. La tierra es más rica si fue trabajada por insectos.
En los termitarios de Mali reposan los antepasados, y lxs niñxs al pasar, los saludan. En Uganda les ofrendan a los termitarios arroz y mijo; en Benín, queso, y en Togo, aceite de palma. Es posible enfermarse si unx camina sobre un termitario. Los Azande de Sudán los usan como oráculos.
(Fairhead, 2016; Van Huis, 2017)
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Las hormigas y las termitas son parientes más bien lejanos. Son artrópodos e insectos, pero sus historias se separaron hace tiempo. Las termitas están más emparentadas con las cucarachas, mientras que las hormigas lo están con abejas y avispas. Pero ambas son sociales y algunas pocas especies son agricultoras. Hace unos 30 millones de años, las termitas de África comenzaron a cultivar hongos del género Termitomyces. Durante esos millones de años ni termitas ni hongos han dado un paso distinto al de su relación simbiótica. Ambos dependen de ambos para su existencia. Cuando esta asociación simbiótica lleva tantos años, su integración ya no es reversible. Como ha dicho Lynn Margulis, su individualidad se fusiona. Los Termitomyces cultivados por termitas ayudan a la descomposición de la celulosa y forman una composta rica en oligosacáridos, azúcares simples y nitrógeno. Los hongos funcionan aquí como un sistema digestivo para las termitas. Lxs humanxs han intentado reproducir este cultivo fuera de los termitarios porque los Termitomyces son considerados una delicia culinaria, pero ha resultado que las termitas son, por mucho, mejores agricultoras, tal vez porque le llevan ventaja a lxs humanxs de unos 29,990,000 años. Simplemente no se han podido cultivar de una manera económicamente viable y tampoco han podido igualar los valores nutritivos de los Termitomyces cultivados por termitas. Estos hongos, cuando son visibles y están listos para la recolección, en realidad son los espectros de la actividad de las termitas. Sólo se nos muestran cuando las termitas han abandonado un termitario.
En Australia, hay una especie famosa de termita: Mastotermes darwinensis. Y lo es porque esta termita es en realidad un conjunto de seres que vemos como una termita. En su interior, vive un protista, Mixotricha paradoxica, que es responsable de que la termita, en efecto, pueda alimentarse de madera. Pero no. A su vez, Mixotricha está formada por al menos cuatro diferentes tipos de bacteria que actúan con el protista que actúa con otros órganos de la termita para digerir madera. ¿Qué es entonces esta termita? ¿En dónde empieza ella y en dónde acaba? Por otro lado, la termita, una, no tiene sentido sin su colonia. Una termita es una colonia de termitas es una colonia de bacterias y protistas.
(Aanen & Eggleton, 2005; Gilbert, 2017)
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Los animales y las plantas estamos mucho más cerca entre nosotrxs, que de los hongos (reino fungi), pero estamos a su vez más cerca de los hongos que de las bacterias, aunque venimos de ellas. Todxs a su vez vivimos juntxs y es impensable la vida de unx sin lxs otrxs. Las hormigas y termitas que cultivan hongos alimentados de plantas y productos vegetales ayudados por bacterias no son una excepción, sino ejemplos de la regla general de la vida en este planeta. Somos un muchos; organismos compuestos que codependemos de otrxs para las cosas que parecen más triviales. Somos holobiontes.
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Ver a las cuatalatas en su camino distrae los pensamientos. Utilizan el mismo camino para ir a la planta o árbol de su preferencia y para regresar hasta una de las entradas a su hormiguero. A veces escogen caminos intrincados, sinuosos, largos. A veces cruzan una terraza para cortar las hojas de una planta lejana, a veces, recortan muy cerca de su hogar. Cortar una hoja es un proceso delicado y lleva su tiempo. A veces, la hormiga morderá a su alrededor su propia medida y dejará un círculo perfecto en la hoja; a veces, comenzará por las orillas. Regresará con más fuerza siguiendo su trazo hasta que el trozo de la hoja se desprenda. En el destino de corte, todo parece un caos, y si unx hiciera un zoom a un pequeño cuadrante de tierra, no se sabría bien si las hormigas van o vienen. Pero es obvio que ellas lo saben, y las responsables de guiar en caminos y comunicar nuevos hallazgos y alarmas, son las feromonas.
En las hormigas y otros seres, las feromonas funcionan como en nosotrxs las palabras. Señales químicas que comunican con bastante exactitud qué es lo que está pasando. Como las palabras dichas, algunas feromonas de insectos se transmiten por la boca. Un contacto boca a boca puede transmitir tanto alimento como señales e información. En otros insectos, la información puede provenir del ano.
Las colonias de las cuatalatas están formadas por la madre y sus hijas. El papel de los machos es fecundar a la reina en el “vuelo nupcial” durante las primeras lluvias. Luego mueren. Sin embargo, su esperma puede permanecer por mucho tiempo dentro de la hembra y tener descendencia años incluso, después de la muerte del macho.
Sus hormigueros, cuando son expuestos por una excavación, muestran sus formas. Son colonias inmensas con cámaras especiales para cultivar el hongo. Las cámaras parecen frutos de un árbol enterrado, o capullos. Es una red con nodos, un rizoma.
Las cuatalatas, y todas las hormigas del género Atta tienen una simbiosis cuatripartita. Además del hongo, participa una bacteria, y un hongo parásito. La bacteria cubre a las hormigas y con ella (Pseudonocardia) evitan que los hongos Escovopsis lastimen o enfermen a su hongo. Es una relación multilateral, que dependiendo del punto de vista que se quiera tomar (el de la hormiga, la bacteria, el parásito o el hongo) puede centrarse en cualquiera o en ningunx. Todos juntxs forman la colonia, porque no habría tal si no estuvieran todxs.
La colonia a su vez depende del entorno y de la disponibilidad de hojas y flores que las hormigas procuran. La colonia es la unidad, es un ser, en su complejísima realidad. Un ser multiespecie y colectivo.
(Hölldobler & Wilson, 2011)
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La agricultura, nos enseñaron hormigas y termitas, es un asunto de muchos. El éxito de su práctica no sólo depende de sus capacidades como especie singular, sino de las relaciones estrechas y cooperativas que establecen con otras especies y el entorno. Una sola especie no puede ser agricultora.
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El Yarumo (o Guarumo, embauba, chancarro, guarumbo, árbol trompeta, hormiguillo, trompeta, trompetillo, hormigo, palo de hormigas, yagrumo, guarumo chico, nilauala) sigue la pista y rastro de América Latina. El Yarumo es un árbol del género Cecropia, que comprende unas 60 especies. El Yarumo es un árbol lleno de hormigas. El Yarumo y las hormigas del género Azteca hacen una sola comunidad. Las Azteca no se comen al Yarumo. Pero el Yarumo sí que las alimenta. También lo habitan. El Yarumo es casa de las Azteca. Pero no sólo eso, lo cuidan de herbívoros que puedan comerlo y lo limpian. Hace unos 8 millones de años que esta relación se ha estrechado. Las Azteca tienen un hormiguero planta, o el Yarumo es un árbol hormiga. Las hormigas pueden entrar al tronco hueco del Yarumo por una abertura especialmente diseñada para que una hormiga reina la excave y una vez adentro, pueda taparla. Ahí pondrá los huevos. El tronco es tallado por dentro para formar una única cavidad continua para las hormigas. Desde la perspectiva de la hormiga, de adentro del tronco hacia afuera, justo en la unión de éste con cada pecíolo, se encuentra una (si es que se es hormiga) con unas estructuras especializadas llamadas triquilos. Los triquilos bombean unos ovoides blancos del tamaño exacto de las mandíbulas de las hormigas: ése es el alimento que el Yarumo les otorga. Su nombre no le hace justicia a su forma: “corpúsculos de Müller”. Las Azteca además de la recompensa alimenticia del Yarumo, son carnívoras, y atacan a insectos herbívoros que intentar dar un mordisco a su casa. Limpian las hojas y el tronco, y fertilizan con nitrógeno a su compañero. Y la relación, como todas, es más complicada de lo que parece. No sólo existe un vínculo entre insectos y árbol, sino que cohabitan con bacterias, hongos, nematodos y cochinillas. Todxs, adentro de los internodos del Yarumo.
En América Latina, el Yarumo es un árbol medicinal y se usa con mucha efectividad para bajar la fiebre.
(Marting, 2016)
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Hay unas como catarinas muy lindas. No lo son. Caminan solas pero de a muchas; unas descansan sobre la superficie encalada de una casa. Las más suben por un cazahuate. Lo comen. Una iguana vive en el tejado y mueve, sí, las tejas. Una niña se sobresalta. Dos mariposas sobrevuelan pero no se posan sobre los paquistaquis. Una tiboutina florea en morado después de casi morir en la seca. Las arúgulas son arrasadas por cuatalatas. Una hormiga más pequeña se monta encima de la hoja recién cortada; abajo, otra hormiga de mándibulas recias carga al conjunto. Un cuerno de alce busca un poco de sol en el día nublado y un romero también. Distintas suculentas sacan flor, como cuernos, o como antenas. Una lavanda pierde su color pero no su olor. Arriba del Tepehuaje, unas bromelias. Adentro de la bromelia una rana pequeñita silba. Ya se callaron las chicharras y cayeron muchas al suelo, esqueletos por todos lados. El agua ya llegó. La jacaranda floreó poco, el tabachín, nada. Una flor de floripondio mira hacia abajo, agotada. Un epazote sortea el viento cálido y las citronelas crecen al doble. Dos ceibas parece que llevan siglos y arrecian follaje. El llorasangre choca con el techo, le servirá a la iguana de escalera. El cacomixtle viene de noche y deja su rastro de caca rosa. Esas aves son huidizas, vienen de mañana y de tarde, pero se esconden muy bien, sólo dejan ver sus cantos. Sobre las piedras, moho, y líquenes. Las piedras florean apenas se acaba la lluvia. El cazahuate de tronco disperso floreará blanco y las casi catarinas lo seguirán comiendo. Marcelino lo sabía bien.
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Holobionte es un ser formado por muchos seres. El Holobionte es el ser producto de la simbiosis de muchos. Es una quimera o un monstruo. Como nosotrxs. La evolución de las especies se ha dado gracias a relaciones simbióticas, que después de muchos años se vuelven permanentes. La simbiosis es el paso más acabado de la fusión de individuos para formar otro individuo. O, visto desde otro lado, el paso a la desaparición de los individuos. La hormiga solo puede ser gracias a la colonia, y la colonia sólo puede ser gracias a los otros seres no hormiga que hacen que la colonia sobreviva. O dicho de otra forma, la colonia de hormigas del género Atta, por ejemplo, sólo puede entenderse en su relación con los organismos no hormiga: sin ellos no hay colonia “de hormigas”. Juntxs, son un Holobionte. Sí, pero antes, la misma hormiga en sus células, carga con relaciones simbióticas permanentes que podrá heredar a su descendencia. Las células en una hormiga, son producto de la simbiosis entre bacterias. No hormiga es incluso la hormiga. Animales, plantas y hongos, todxs, venimos de las asociaciones entre bacterias.
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Un organismo es una comunidad de organismos en relaciones simbióticas. Desde las relaciones simbióticas reversibles y temporales, pasando por las relaciones simbióticas no reversibles entre organismos, hasta las relaciones simbióticas que dieron en primer lugar origen a cualquiera de los organismos de esa comunidad, salvo las bacterias, que son las primeras en establecer relaciones simbióticas. En términos evolutivos, las bacterias inventaron la simbiosis y con ella, a toda la demás vida en el planeta.
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Las cianobacterias no son los primeros seres vivos de este planeta, pero sí los que hicieron por primera vez, y siguen haciendo, fotosíntesis oxigénica. La mayoría de científicos les dan unos 3,500 millones de años de existencia, aunque hay algunos, como Peter Ward y Joe Kirshvink, que piensan que fue hace unos 2,400 millones de años cuando comenzaron a existir. De cualquier modo, no está en disputa su importancia, porque gracias a ellas, la atmósfera terrestre se volvió rica en oxígeno (justamente hace 2,400 millones de años) y permitió que otras formas de vida, incluyéndonos, surgieran. Las cianobacterias en colonias forman estromatolitos, y estas estructuras continúan existiendo en algunos contados lugares de la Tierra.
En Cuatrociénegas, Coahuila, el cielo es una delicia. Un ser extendido y quieto que alcanza todos los rincones de la vista. En medio de biznagas, gobernadoras y ocotillos, se abren decenas de pozas interconectadas de aguas muy hermosas. Los humanxs podemos visitar una poza cercada para ver de lejos a los estromatolitos, e intuir la compañía de las cianobacterias. La cerca es para que no nos acerquemos demasiado, para que no tratemos de alimentar a las microscópicas cianobacterias con doritos, como sí lo hacemos con las tortugas bisagra, en peligro de extinción y endémicas de la zona, o para que no pisemos a los estromatolitos, formados de carbonato cálcico. A los estromatolitos hay que protegerlos de lxs humanxs que buscamos estar cerca de los vestigios del pasado, y que al lograrlo, los destruimos.
Las cianobacterias han existido por todos esos millones de años en “libertad”. Pero también siguen viviendo de otra forma: encapsuladas en algas verdes y plantas. Las cianobacterias evolucionaron simbióticamente con otros seres para formar los cloroplastos. Cada célula de una planta de hoy guarda en su interior un pedacito que evolucionó de las cianobacterias. Larga vida a las cianobacterias.
(Margulis, 1998; Ward & Kirschvink, 2015)
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Es ya un lugar común decir que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Para lo primero tenemos incluso opciones: Marte, por ejemplo. Para imaginar el fin del capitalismo, nos quedamos en silencio. El fin del mundo puede ser el fin de la humanidad; pero también imaginamos un fin del mundo con nosotrxs abordando una nave interestelar que nos lleve a la conquista, y las palabras cuentan, de otros mundos.
Millones de dólares se invierten en programas para llegar a Marte, gran parte de ellos provenientes de la iniciativa privada. Space X, de los creadores de Pay-Pal y Tesla proponen convertirnos en una “especie multiplanetaria” (y así no vernos como un organismo multiespecie). En los mundos propuestos por la cultura popular, algunxs humanxs tendrán el privilegio de colonizar Marte pero pocas otras especies más podrán ir. Algunos granos comestibles, sobre todo. Inventar de nuevo la agricultura en un territorio con poco oxígeno (0.13% comparado al 21% de la Tierra) será un gran problema, y más si no logramos llevarnos a las bacterias y hongos e insectos que hacen viable la vida y sus relaciones. La tecnología busca sustitutos para por fin desligarnos de los otros seres y sus relaciones simbióticas. De todas. La NASA trabaja ya, de la mano de Michael Hecht, del MIT, en un proyecto llamado Moxie, que producirá oxígeno en Marte igual que las plantas en la Tierra: Moxie respira como un árbol, dice la página de la NASA, inhala dióxido de carbono y exhala oxígeno. Salvo que Moxie, por el momento, es del tamaño de una batería de auto.
En el Wyss Institute, de la Universidad de Harvard, trabajan a marchas forzadas para construir uno de los robots voladores más pequeños: una abeja mecánica (robobee) que podrá polinizar para nosotrxs en cualquier ambiente. En otro planeta o en éste, si es que las abejas y otros insectos ya no pudieran hacer lo que hacen. En los grandísimos campos de almendros en California, donde se produce el 80% de almendras a nivel mundial, las abejas son ya una mercancía que se renta por día y temporada para polinizarlos. Apicultores de otros estados llevan en sus camionetas cajones de abejas para realizar la faena cada año entre febrero y marzo. Cobran muy bien. Los cajones de abejas valen para nosotrxs miles de dólares. Si ya se rebaja y sustituye miel de abeja con jarabe de arroz, ¿por qué no completar la acción sustituyendo a la abeja para polinizar? La abeja es “ganado” (livestock), explica un agricultor de almendros, valen mucho. A las abejas las vemos como máquinas funcionales para producir ganancia. De mermar su productividad, habrá máquinas en el futuro que las sustituyan.
Los esfuerzos de Harvard, como mucha de la tecnología-del-futuro, están puestos no en proteger o “salvar” a la abeja ̶o a cualquier otra criatura ̶ de su desaparición, sino en sustituirla. Las abejas están muriendo por los pesticidas y por los monocultivos y por la actividad capitalista.
Por eso el fin del mundo es algo más creíble que el fin del capitalismo. Éste, parece, sobrevivirá y será interplanetario.
(NASA; Wyss Institute)
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En otros casos, la tarea de sustitución puede ser mucho más difícil.
El amate amarillo (ficus petiolaris) es uno de los árboles más hermosos. Sus hojas son anchas en la parte cerca del tallo y terminan en punta. Las “venas” son rojas, sus frutos, que no lo son en estricto sentido, son como unos higos más pequeños y redondeados. La higuera y el amate son ficus (moráceas) y comparten una forma de polinización que los hace codependientes con una avispa. A cada especie de ficus le corresponderá, de manera general, una de avispa agaonidae. Estas avispas y los ficus, coevolucionaron para ser compañerxs de por vida. Las avispas tienen que entrar al higo y ahí procrean, ahí mueren y de ahí salen. Su apéndice mandibular evolucionó de manera conjunta al ostiolo del sicono para que sólo ellas pudieran entrar y realizar su labor de vida. También sus antenas sufrieron cambios. Se necesitará más tiempo para diseñar un robot avispa con estas características para polinizar las especies de ficus del mundo.
Las raíces de los amates son exuberantes, tentaculares. A ras de piso, parece que un gran pulpo está tendido. Un amate amarillo puede escoger un risco, una roca, incluso una barda. Ése será su centro: arrojará de ahí las raíces al suelo como se arroja un ancla.
V me llevó a conocer los amates de Chalcatzingo y vimos los siconos madurando y las hojas totalmente abiertas y reconocimos en las raíces figuras humanas y animales. Figuras toscas, unas, las humanas; figuras paquidérmicas y más llenas de paz, otras. Sensuales algunas. Está en nuestrxs ojos antropomorfizar lo que vemos. Es inevitable. Buscamos al amate buscándonos a nosotrxs mismxs y buscando imágenes reconocibles que nos hagan a ese ser “inmóvil”, más cercano.
También dotamos de sentimientos humanxs a tortugas, conejos y abejas. A las hormigas las comparamos con obreros. A otras con reinas. Partimos de un sentimiento naïve y lleno de bondad. Pero nos equivocamos.
Los pueblos indios a lo largo y ancho del Amazonas también antropomorfizan a las criaturas y bichos que les rodean. Pero lo hacen desde “otro lugar” y con “otra perspectiva”. Viveiros de Castro distingue el antropomorfismo del antropocentrismo.
Las culturas amerindias nunca han sido modernas porque nunca han tenido a una Naturaleza perdida ni una de la qué desprenderse. En la amazonía, cuando un jaguar ve a otro jaguar, lo que ve es a un ser humanx, pero cuando el jaguar ve a un ser humanx, “lo que ve es a un mono o a un pecarí”. Cada ser viviente se mira como humanx, pero ve diferente a las otras especies. “Decir que todo es humano es decir que los humanxs no son una especie excepcional (…) en tanto que los animales y otros seres son humanos justo como nosotrxs.”
(Magaña, 1991; Ramírez, 1990; Danowski &Viveiros de Castro, 2015)
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Nuestro progreso está matando a otras especies. La evolución de “nuestra especie” constituye para nosotrxs una suerte de progreso primigenio que luego nos da el poder de seguir progresando. Ese progreso también lo vemos como una conquista sobre la naturaleza, como su final domesticación. Primero fue el fuego y luego las plantas y animales. Quisimos domesticar a los ríos e hicimos presas. El progreso es el camino a la modernidad y alimenta la cultura. La cultura de la modernidad se opone a la naturaleza. Hicimos una lista de oposiciones binarias. Es nuestro guión. Aunque nos esforcemos mucho, es difícil que acabemos con toda la vida en el planeta, sobre todo sabiendo que las bacterias nos superan por miles de millones de años y por miles de millones en número. Lo que sí hace nuestro guión binario es romper las relaciones simbióticas entre seres de nuestro planeta, justo porque esas relaciones exceden nuestro mapa mecánico y taxonómico de la vida. Desafían al orden y al progreso.
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A los arrecifes de coral los estamos matando nosotrxs. Nuestra forma de vivir y producir y consumir y desechar los aniquila.
De pronto, los corales pierden su color y aparece un blanco puro. De no cambiar la temperatura del mar, mueren en semanas. La comunidad de un arrecife de coral es compleja y linda. Es diversa. Toda la comunidad estará en riesgo cuando el coral exhibe su exoesqueleto blanquísimo.No está en manos de nadie detener el proceso del blanqueamiento del coral una vez iniciado. Algunas veces las condiciones que llevaron al estrés del coral y su comunidad, cambiarán repentinamente, y los corales fuertes, resilientes, sobrevivirán. Pero si estas condiciones duran un par de meses, digamos, su muerte será inminente. Se puede cazar el momento, se puede documentar con detenimiento, se puede prever, pero después nada más allá de atestiguar el proceso, bastante expedito, de la muerte blanca dentro de un arrecife de coral.
Basta con que la temperatura del agua suba 1 grado centígrado para que los corales comiencen un proceso de blanqueamiento. Si la muerte llega en semanas, la recuperación en cambio puede tardar unos 10 o 15 años, y sólo si no hay más episodios de calentamiento en el océano. Hasta la década de los años 80 del siglo XX, la subida de temperatura de las aguas tropicales ocurría cada 25 años; hoy ocurre cada 6 por lo que su recuperación es cada vez más complicada, si no imposible.
Los corales son animales singulares. Gracias a su simbionte, las zooxantelas, los corales se alimentan casi por completo gracias a la fotosíntesis que ellas realizan. Pero más parecidos a los árboles y plantas, los corales, como otros tantos animales marinos, no pueden cambiar de lugar y huir del peligro. Gracias también a la fotosíntesis de las zooxantelas, obtienen los recursos para construirse como arrecife y crecer.
Un coral en un arrecife tampoco se entiende. Son colonias de corales las que los construyen. Colonia no significa solamente vivir uno al lado del otro, sino alimentarse y sentir juntos. Las colonias comparten un tubo digestivo y un sistema nervioso. En un arrecife hay muchas colonias de coral. A su vez, este grupo de colonias vive en estrechísima relación con otros seres y criaturas que viven y se alimentan y reproducen y sienten ahí. No sólo con las zooxantelas, sino con otros cnidarios, como las anémonas, y muchísimos peces y crustáceos. El arrecife es un oasis y es literalmente una comunidad interdependiente. Como en cualquier ecosistema, éste, es un sistema interconectado. Así que una anémona o una tortuga marina o un pez payaso no pueden entenderse sin esta comunidad. Una que aunque representa una muy pequeña porción entre las comunidades marinas, alberga una cuarta parte de su diversidad.
El blanqueamiento de los corales se debe a un rompimiento comunitario: el coral expulsa a su compañero, a su simbionte que le proporciona hasta el 90% de su alimento y con esto empieza a morir de hambre. Las zooxantelas, se van para morir también dejando el esqueleto del coral expuesto. Alga y animal comparten destino en la vida y en la muerte. El estrés por las altas temperaturas en la comunidad destruye el lazo simbiótico y lo impensable, por las consecuencias, ocurre. El quiebre del lazo entre estas dos criaturas desatará también que todas las demás que viven y se alimentan alrededor del coral, miembros de la comunidad, huyan o desaparezcan.
A los corales y a su comunidad los está matando el calentamiento global. Como a tantos animales y plantas y seres que están a un paso de la aniquilación. La cuestión con los corales es que esa aniquilación la podemos atestiguar en tiempo real y ningún humanx o grupos de ellxs puede hacer nada por el coral que se encuentra en peligro hoy, porque lo que se necesita hacer es cambiar nuestro modo de producir para que en unos muchos años, los corales ya no mueran. Ésa es la mayor arma del calentamiento global. Es un espectro que convertirá a estos organismos vivos, también en espectros.
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La idea de progreso es un espejo de nuestra idea de evolución. De simple a complejo en una sola dirección ascendente. Una escalera. La idea de individuo que conquista a los elementos para desprenderse completamente de ellos. El hombre nuevo. El escalón más alto. La mercancía. La naturaleza nos provee de servicios ambientales, está a nuestro servicio. Al mundo lo hicimos binario. Cultura es la oposición a la naturaleza. Cultura formada por sociedades que forman individuos escindidos de las relaciones simbióticas para ser modernos. Modernidad es lo opuesto a Holobionte. Los holobiontes no tienen cabida en la idea de modernidad.
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Ese árbol se comunica a través de micorrizas con el otro. Lo alerta y ayuda. Un Amate busca pareja: encuentra a una avispa. La pareja de un almendro es una abeja. Un Ctenóforo nace como el primer animal, sumamente complejo. La esponja y su simplicidad es posterior y va en sentido contrario a nuestro imaginario: la evolución también va de la complejidad a lo simple.
Tal vez descendemos de un amate amarillo. Tal vez somos un pecarí que nos vemos como humanx. Tal vez somos una bacteria que hace fotosíntesis, o una hormiga que siembra maíz. Tal vez nuestras colonias comparten sistema nervioso y la tierra que comemos contiene a todos los seres que hemos exterminado. Tal vez las cuatalatas regresen y nos entreguen otro grano y las termitas regresen y nos enseñen a cultivar los hongos. Tal vez nos hagamos compost, como sugiere Haraway y pensemos en la tentacularidad junto con arañas, pulpos y sí, amates.
Un ecosistema es la vida en un tiempo y espacio.
La vida es todas las vidas juntas, la vida es un territorio, la vida es agua tierra bacteria insecto mamífero hongo protista aire minerales ríos ballena caca desierto coral aquí y ahora y aquí y ojalá después. Vida es un aquí, en grupo y de a muchxs. Vida es una relación sin individuos, con holobiontes.
Vernos como vida-holobionte es pensar en alternativas al capitalismo. El fin del capitalismo puede ser un hormiguero, o un termitario, o una bacteria que se asocia con otra. La alternativa puede ser una micorriza y un árbol hormiga y una avispa árbol y una cuatalata agricultora.
vvnoirinsecta@gmail.com
Bibliografía selecta
Danowski, Déborah y Eduardo Viveiros de Castro, The ends of the world, Polity Press, 2017
Haraway, Donna J, Staying with the trouble, Duke University Press, 2016
Hölldobler Bert y Edward O. Wilson, The leafcutter ants, WW Norton, 2011
Margulis, Lynn, The Symbiotic planet, Weidenfeld & Nicolson, 1998
Moore, Jason W (editor), Anthropocene or Capitalocene?, PM Press, 2016
Tsing, Anna, Heather Swanson, Elaine Gan y Nils Bubandt (editores), Arts of living on a damaged planet, University onf Minnesota Press, 2017
Ward, Peter y Joe Kirschvink, A new history of life ,Bloomsbury Press, 2015
Artículos:
Magaña Rueda, Patricia, Ficus, una historia diferente, Ciencias núm. 23, Facultad de Ciencias-UNAM, 2010
Mehdiabadi, Natasha J (et.al), cooperation, conflict, and coevolution in the attine ant-fungus symbiosis, Oxford University Press, 2005
Van Huis, Arnold, Cultural significance of termites in sub-Saharian Africa, Journal of Ethnobiology and Ethnomedicine, 2017
Páginas web:
https://mars.nasa.gov/mars2020/mission/instruments/moxie
http://aztecacecropia.com/background
https://wyss.harvard.edu/technology/autonomous-flying-microrobots-robobees/